Por Manuel Gvirtz
Periodista: "Usted viajó a más de 150 km/h y la ley permite 110" - Menem: "Es cierto, pero yo soy el presidente". |
Un fantasma recorre Argentina: el fantasma de los
noventa. Es año electoral y los candidatos de los diferentes partidos se
muestran en los medios haciendo promesas incumplibles y enrostrándose entre
ellos los fracasos de las pasadas gestiones.
En particular me interesa analizar los dichos de
los candidatos oficialistas relativos a la “vuelta de los noventa”. La década
menemista está estrechamente ligada en la mente del electorado a conceptos como
pobreza, neoliberalismo, desempleo, privatización, frivolidad, opulencia,
Miami, FMI y ajuste. Ninguno de los
candidatos con chances a presidente se declara a favor de medidas tendientes a
la vuelta a las condiciones del menemismo, primero porque el electorado las
rechazaría si las distinguiera, y segundo porque nadie (ni los temidos grupos
económicos) se vería favorecido.
Ajuste
es un eufemismo que quiere decir gastar
menos y oculta generalmente un perjuicio inmediato en la población más
desfavorecida que se ve en menos subsidios, pensiones, jubilaciones, empleos
públicos, entre otros. La palabra ajuste
nos remite a los peores momentos de la historia económica de todos los países
con crisis graves. El solo escuchar esa palabra le trae los peores recuerdos a
los griegos, españoles y argentinos, ajuste es desempleo, pobreza y desánimo. Volviendo
a la coyuntura Argentina 2015, ¿es verdad que si el próximo gobierno no es
kirchnerista va a ajustar? Dicho de otra manera, ¿es posible que el próximo
presidente NO ajuste? La siguiente tabla muestra las estadísticas oficiales del
total de gastos e ingresos del estado nacional para los primeros tres
trimestres del año pasado (los datos del último trimestre 2014 aún no se
encuentran disponibles)
El cuadro muestra el resumen de lo que le entra y lo que gasta el estado
nacional. El resultado financiero expresa el total de los ingresos menos el
total de los egresos del período. Como se puede observar, el déficit es astronómico.
Para ponerlo en dimensión son 17.850 millones de dólares (las reservas del país
son de 30.000 millones aproximadamente). En 2013 y 2012, estas cifras fueron
muy altas también.
Tener déficit no es necesariamente malo, el problema
es cuando el déficit es grande, sistemático y repetido. El déficit requiere
que el gobierno salga a buscar tapar ese agujero de la manera que sea. En
nuestro caso, imprimiendo billetes y haciendo misteriosos acuerdos con países pudientes
y multinacionales, y tomando deuda a tasas altas. ¿Es necesariamente mala la
deuda? No, depende para qué se tome y a qué tasa. Afortunadamente para el
gobierno actual, las consecuencias de la “deuda mala” que está contrayendo la
Argentina serán problema del próximo gobierno.
Será ese mismo gobierno quien tenga que decidir
cuánto gastar y en qué, asumiendo realidades y costos políticos, y con la
pesada herencia de una población acostumbrada a las tarifas subsidiadas.
Decidir gastar es una decisión infinitamente más fácil que ahorrar, pero en el
mundo de la escasez, este tipo de decisiones son cruciales. En mi mente resuena
que un gobierno que quiere gastar menos es un gobierno que no quiere a los
pobres, pero ¿es esto necesariamente
así? ¿Gastamos la cantidad correcta? ¿Y si el problema no fuera cuánto sino cómo lo gastamos? Más aún, ¿a quién le sacamos? ¿Para darle a
quién? ¿Se puede ajustar y reducir la pobreza?
Dicho esto, podemos contestar la pregunta. El
próximo gobierno (aunque el mismo Néstor Kirchner se levante de su tumba y gane
las elecciones) deberá ajustar. No solo eso: deberá decidir cuánto y qué, y
asumir los costos políticos. Caso contrario, deberá venderle su alma al diablo
de los noventa (los mercados financieros, los fondos internacionales) a cambio
de unos cuantos miles de millones de dólares que tendremos que pagar con mucho
esfuerzo en el futuro.
Solo queremos que vuelva nivel X |
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