lunes, 4 de mayo de 2015

El fantasma de los `90

Por Manuel Gvirtz


  Periodista: "Usted viajó a más de 150 km/h y la ley permite 110" - Menem: "Es cierto, pero yo soy el presidente".
Un fantasma recorre Argentina: el fantasma de los noventa. Es año electoral y los candidatos de los diferentes partidos se muestran en los medios haciendo promesas incumplibles y enrostrándose entre ellos los fracasos de las pasadas gestiones.
En particular me interesa analizar los dichos de los candidatos oficialistas relativos a la “vuelta de los noventa”. La década menemista está estrechamente ligada en la mente del electorado a conceptos como pobreza, neoliberalismo, desempleo, privatización, frivolidad, opulencia, Miami, FMI y ajuste.  Ninguno de los candidatos con chances a presidente se declara a favor de medidas tendientes a la vuelta a las condiciones del menemismo, primero porque el electorado las rechazaría si las distinguiera, y segundo porque nadie (ni los temidos grupos económicos) se vería favorecido.
Ajuste es un eufemismo que quiere decir gastar menos y oculta generalmente un perjuicio inmediato en la población más desfavorecida que se ve en menos subsidios, pensiones, jubilaciones, empleos públicos, entre otros. La palabra ajuste nos remite a los peores momentos de la historia económica de todos los países con crisis graves. El solo escuchar esa palabra le trae los peores recuerdos a los griegos, españoles y argentinos, ajuste es desempleo, pobreza y desánimo. Volviendo a la coyuntura Argentina 2015, ¿es verdad que si el próximo gobierno no es kirchnerista va a ajustar? Dicho de otra manera, ¿es posible que el próximo presidente NO ajuste? La siguiente tabla muestra las estadísticas oficiales del total de gastos e ingresos del estado nacional para los primeros tres trimestres del año pasado (los datos del último trimestre 2014 aún no se encuentran disponibles)


El cuadro muestra el resumen de lo que le entra y lo que gasta el estado nacional. El resultado financiero expresa el total de los ingresos menos el total de los egresos del período. Como se puede observar, el déficit es astronómico. Para ponerlo en dimensión son 17.850 millones de dólares (las reservas del país son de 30.000 millones aproximadamente). En 2013 y 2012, estas cifras fueron muy altas también.
Tener déficit no es necesariamente malo, el problema es cuando el déficit es grande, sistemático y repetido. El déficit requiere que el gobierno salga a buscar tapar ese agujero de la manera que sea. En nuestro caso, imprimiendo billetes y haciendo misteriosos acuerdos con países pudientes y multinacionales, y tomando deuda a tasas altas. ¿Es necesariamente mala la deuda? No, depende para qué se tome y a qué tasa. Afortunadamente para el gobierno actual, las consecuencias de la “deuda mala” que está contrayendo la Argentina serán problema del próximo gobierno.
Será ese mismo gobierno quien tenga que decidir cuánto gastar y en qué, asumiendo realidades y costos políticos, y con la pesada herencia de una población acostumbrada a las tarifas subsidiadas. Decidir gastar es una decisión infinitamente más fácil que ahorrar, pero en el mundo de la escasez, este tipo de decisiones son cruciales. En mi mente resuena que un gobierno que quiere gastar menos es un gobierno que no quiere a los pobres, pero ¿es esto necesariamente así? ¿Gastamos la cantidad correcta? ¿Y si el problema no fuera cuánto sino cómo lo gastamos? Más aún, ¿a quién le sacamos? ¿Para darle a quién? ¿Se puede ajustar y reducir la pobreza?
Dicho esto, podemos contestar la pregunta. El próximo gobierno (aunque el mismo Néstor Kirchner se levante de su tumba y gane las elecciones) deberá ajustar. No solo eso: deberá decidir cuánto y qué, y asumir los costos políticos. Caso contrario, deberá venderle su alma al diablo de los noventa (los mercados financieros, los fondos internacionales) a cambio de unos cuantos miles de millones de dólares que tendremos que pagar con mucho esfuerzo en el futuro.

Solo queremos que vuelva nivel X



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