jueves, 2 de octubre de 2014

Cuando menos es más

(Este post se basa mayoritariamente en los problemas trabajados por el psicólogo norteamericano Barry Schwartz)

Domie Sharpin                 


En el mundo occidental se cree firmemente en que las personas son más felices mientras más libertad tienen. El capitalismo, el sistema económico de esta porción del mundo (y un poco más también), se basa íntegramente en esta filosofía de la libertad individual como herramienta para estructurar la economía: Los individuos, buscando su propio interés y siendo dejados actuar libremente, van a lograr mover los recursos de manera más eficiente que cualquier planificación estatal.
La teoría económica plantea muchos casos en los que esta sentencia no se cumple y gracias a eso los estados/gobiernos fueron ganando poder para intervenir en la economía. Sin embargo, muchos aspectos del capitalismo aún permanecen poco criticados o al menos con una crítica poco difundida.    

                 La paradoja de la elección
Todos creemos que siempre vamos a estar mejor teniendo más opciones entre las que elegir algún bien. Por ejemplo: Supongamos que vamos a una heladería y hay solo helado de chocolate y vainilla y elegimos el primero. Si a la otra semana tenemos disponibles todos los gustos de la heladería, de ninguna manera estamos en una peor situación que antes. Si nos gusta mucho el chocolate lo vamos a reelegir, pero, si preferimos alguno de los gustos nuevos, vamos a cambiar y estaremos más contentos que con el helado de chocolate.
La ecuación parece simple: Más opciones para elegir, mejor vamos a satisfacer nuestros gustos y más felices vamos a ser. La industria entonces se ha concentrado en ofrecer cada vez mayores cantidades de productos, y variedades de estos, para satisfacer mejor la demanda de los ciudadanos. Pero, sin embargo, tener más opciones muchas veces es perjudicial y en muchos casos es sinónimo de una posterior insatisfacción con lo adquirido.

                 No me dejes elegir
En primer lugar, una gran cantidad de opciones nos hacen perder tiempo a la hora de elegir la favorita. Esto se puede multiplicar mientras más complejo o caro sea el producto. Si queremos comprar una notebook nueva, probablemente primero miremos muchos catálogos, vayamos a muchos locales, probemos modelos, preguntemos precios, garantías, etc. No solo tenemos que buscar el mejor producto, sino también la mejor relación calidad/precio y esto nos puede tomar muchísimas horas.
Segundo, la enorme variedad de bienes nos puede llevar en los casos más extremos a, finalmente, no comprar nada. Muchas opciones pueden marearnos hasta el punto de no terminar sabiendo cual es la mejor y así cansarnos y finalmente no elegir ninguna opción. (La académica norteamericana Sheena Iyengar de la Universidad de Columbia demuestra esto en trabajos realizados con chocolates pero también con opciones de planes de ahorro)
Por último, y lo más importante, cuando tomamos una decisión entre una enorme cantidad de opciones terminamos menos satisfechos con nuestra elección que cando hay pocas alternativas. Esto tiene muchas razones, a saber:
Las expectativas que tenemos alrededor de los productos que finalmente compramos se elevan a medida que la cantidad de opciones crece.  Con tantos productos disponibles, el que elijo tiene que ser perfecto, tiene que ser el que cuadre perfectamente con mis gustos. Expectativas más altas son más difíciles de satisfacer y bajan la posibilidad de que tengamos sorpresas positivas.
Además, con tantas opciones, cada vez que elegimos una, dejamos de lado muchas otras. ¿A quién nunca le pasó de ir a un restaurant, recibir un extenso menú con muchas comidas tentadoras, elegir finalmente el plato y a la hora de verlo, o probarlo, lamentarse por no haber pedido otra de las opciones? Muchas posibilidades aumentan lo que los economistas llamamos “costos de oportunidad”, estos son aquellos beneficios que dejamos de lado por hacer lo que hacemos y no otra cosa.
Por último, cuando las opciones son pocas, la responsabilidad de cualquier defecto en el producto es del que ofrece esos productos, es del mundo exterior. Cuando las alternativas son muchas la responsabilidad de que el producto sea perfecto es nuestra porque el producto ideal existe, solo que no lo tengo por haber elegido mal. Es fácil ver que podríamos haber tomado otra decisión y nos castigamos con el arrepentimiento, incluso cuando lo elegido fue bueno o mejor que lo que antes teníamos.
Si bien algunas opciones son mejores que una, muchas posibilidades no siempre son mejores que algunas pocas. Probablemente el producto elegido con muchas opciones sea mejor que el que tenemos con pocas de ellas, pero eso no siempre va a hacer que estemos más contentos con nuestra decisión final.

Para cerrar
Algunas empresas pudieron entender este problema y han reducido su cantidad de opciones al público. Un claro ejemplo es la empresa McDonald´s que, pudiendo producir cientos de tipos de hamburguesas y productos, reduce la cantidad ofrecida a unos pocos combos. Otra empresa que tiene poca variedad de productos es Apple. En el caso de los teléfonos es muy claro: en 8 años (2007-2014) lanzó “solamente” 10 modelos.
Pero estas son excepciones en un mundo donde la extrema competencia y la globalización obligan a la innovación permanente. El psicólogo antes mencionado Barry Schwartz nos da un concejo ante esta situación: Mantengan bajas sus expectativas. No pretendan que lo que elijan va a ser lo mejor, comprendan que es fácil equivocarse con tantas opciones y que es casi imposible que un producto sea mejor que todos los demás en todos sus aspectos.



Hoy te debo el poema, pero te dejo un link de la charla TED de este psicólogo
http://www.ted.com/talks/barry_schwartz_on_the_paradox_of_choice

5 comentarios:

  1. Primero, ¿qué entendés por felicidad? Por lo que estuve infiriendo, "Todos creemos que siempre vamos a estar mejor teniendo más opciones entre las que elegir algún bien." Me lleva a pensar en la postura de los utilitaristas. Definen al problema del VALOR, es decir, a lo que es realmente valioso para ser distribuido como: "el grado de satisfacción de preferencias" (vinculadas al placer y la felicidad) Pero, varios teóricos presentaron algunas objeciones que me resultan interesantes y también entran en lo que creo que estás presentando. Destaco, la que leímos de Fishkin que dice algo así como "es subjetivo pensar en la felicidad como la mera satisfacción de preferencias, no se podría configurar como métrica/criterio" A lo que Rawls parece agregar " supongamos que sí se puede configurar una métrica..¿es realmente relevante considerar las preferencias de las personas?"
    Pero, podríamos pensar en otra pregunta derivada de otro tema que presentás "En el mundo occidental se cree firmemente en que las personas son más felices mientras más libertad tienen". Bueno ante esto, hay que pensar ¿qué se entiende por libertad? ¿Cómo se distribuyen esas libertades? ¿Hay una estricta relación entre ventajas económicas y felicidad? Mi impresión es que el debate que introducís se limita a las ventajas económicas y la "libertad de elegir bienes materiales económicos" Creo que hay varios aspectos estructurales que condicionan las posibilidades de elección y una eventual satisfacción de las expectativas de las personas. En general, el concepto de libertad va más allá de esa postura... Se la podría pensar como un conjunto de libertades políticas básicas (te recomiendo la teoría de Rawls) y el usufructo del derecho a un esquema de libertades lo más extenso posible compatible con el esquema de otra persona. Por lo tanto, la mera elección de un bien material por parte de un individuo, creo, no condiciona si es libre o no.
    Un ejemplo que se podría tomar como objeción al argumento que presentás: "cuando tomamos una decisión entre una enorme cantidad de opciones terminamos menos satisfechos con nuestra elección que cando hay pocas alternativas." ¿Que pasaría si el contexto en el que se decide achicar la cantidad de alternativas condiciona las libertades políticas de las personas? ¿Habilitarías un trade off entre libertades políticas por ventajas sociales y económicas ( ej: comprar menos así no me estreso a la hora de elegir) Creo que el debate debería ir más allá de la mera satisfacción de preferencias...
    Finalmente, y creo que me extendí demasiado, te recomiendo la postura de Amartya Sen quién dice algo así como: la felicidad no debe estar vinculada únicamente a la riqueza y la posibilidad de satisfacer nuestras preferencias; la felicidad se centra en cómo el individuo puede concretar esos objetivos que se ha propuesto a la hora de configurar su plan de vida. Para ello, debemos considerar las oportunidades reales de las personas en relación a las capacidades que tienen para poder cumplir con sus expectativas" Creo yo, que apunta a algo más que la mera satisfacción de preferencias de los bienes materiales… Te dejo este último argumento a tu criterio… (no te voy a decir quién soy)

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    1. Perdón al ejemplo del me estreso por eso limitame las opciones. Mi postura es: ¿Tolerarías un régimen que restringe la cantidad de bienes materiales y justifica su posición diciéndoles a sus jhabitantes que de ese modo reducen sus costos de oportunidad y las horas de psicólogo?

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    2. No creo que la regulacion de la oferta tenga que hacerla el estado. Un régimen que haga eso seguro que lo haría mal y perjudicaría a los ciudadanos. Es algo que las empresas deben comprender y creo que las que entiendan esto van a ser a largo plazo más exitosas.
      No creo que la felicidad tenga que ver únicamente con los bienes materiales que uno posee y me parece que esa es la esencia del post, si creyese eso entonces defendería la multiplicidad de opciones.
      Saludos
      Agradecería que me digas quien sos igual...

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  2. Interesante el post!
    Justo pensaba en el caso de Steve Jobs, que cuando volvió a Apple una de las cosas que hizo fue reducir la cantidad de productos para ponerle mucho foco y que sean mucho mejores (también creo que lo hizo en la línea de simplificarle la oferta al usuario).
    Igualmente una pregunta es: quién es el que debería limitar la oferta? Cada empresa? El Estado? Algún instituto que defina qué es lo mejor para la sociedad? Me inclinaría a pensar que
    Por otro lado, algo de consumo frecuente (una computadora la comprás una vez cada X años) como una fruta o un licuado creo que sí tiene mucho más sentido la variedad. Mismo los helados que el texto ejemplifica. Y como dice el psicólogo en el fondo del texto, no creo tenga sentido esperar elecciones ideales en temas superficiales como estos.
    Otro punto en relación es la oporunidad que abre la tecnología para que por ejemplo, en temas de información y comunicación, todos somos receptores pero ahora también todos somos comunicadores. Hace un par de décadas, lo normal era recibir 4 o 5 canales abiertos de aire e informarse a través de eso. Hoy twitter te permite seguir los medios de comunicación que quieras, incluso los periodistas, incluso cualquier otra persona. Y aunque complejiza la elección de a quién seguir y a cuántos seguir (en comparación a ver ATC, canal 9, canal 11 y canal 13), democratiza el acceso y la producción de información, y con esto da más libertad.
    Lo dejo acá porque este comentario ya se está transformando en post.
    Abz,
    Yoyo

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  3. Yoyo,
    No creo que el Estado tenga que ocuparse de limitar la oferta. Capaz en la introducción del texto se puede entender eso pero no era mi intención; si el estado lo llegase a hacer seguramente lo haría mal. Yo creo que con el tiempo las empresas se van a ir dando cuenta de este problema y van a reducir solas su oferta de productos.
    Con respecto a lo del helado fue para dar un ejemplo sencillo, y coincido con vos que en ese tipo de consumos no es tan relevante este problema.
    En cambio, con respecto a la información este problema si lo considero relevante. Si bien lo que decís vos es cierto, la democratización de la palabra aumenta de igual manera la información como la desinformación, lease mucha opinología por parte de gente que no sabe.
    Gracias por comentar
    Saludos
    Santiago

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