jueves, 9 de octubre de 2014

Más que una pasión

Por Francisco Argerich

      Este año, Ángel Di María fue transferido al Manchester United por un total de 75 millones de euros, algo así como 1.029.530.000 pesos. En los últimos balances que se dieron a conocer de los 5 grandes del  fútbol argentino se puede ver que la suma de sus deudas da un total de casi 1.120.840.000 pesos, es decir, casi la misma cifra. Increíble.

Dos tipos de clubes

Las deudas millonarias no son solo de los clubes argentinos. El Barcelona y el Real Madrid adeudan alrededor de 900 millones de euros. Sus números siguen ser muy claros debido a su poca transparencia económica. En España, hace algunos años, se propuso una ley de “Fair Play Financiero” en la que los clubes de primera y segunda división que hayan tenido balances negativos en el último tiempo, se convertirían en Sociedades Anónimas Deportivas (S.A.D.) ¿Qué es una S.A.D.? Se trata de una sociedad de responsabilidad limitada, con fin de lucro, y cuyos dueños lo son a través de títulos o acciones. Al tener responsabilidad limitada, los accionistas no responden con su patrimonio personal, sino únicamente con el capital aportado. A pesar de esto, hay varios casos en los que los dueños si aportan parte de su dinero personal a las arcas del club, sacando una ventaja económica.

A partir de esto, se trató de mejorar la transparencia económica y jurídica de los clubes y abrir la puerta a posibles salidas a la bolsa. Al día de hoy, solo cuatro equipos no son S.A.Ds en España. Sí, adivinaron, ni el Real ni el Barça lo son, tampoco el Bilbao, ni el Osasuna. Estos son considerados Sociedades Deportivas No Mercantiles y tienen permitida la confidencialidad de sus balances a hacienda. Así, se puede explicar como se pudo ocultar  toda la verdadera situación del caso Neymar. También hay muchos negocios con Qatar por parte del Barcelona que no están muy claros. El Real Madrid también está entrando en cercanía al mundo árabe a tal punto de que ya hay una oferta concreta para cambiar el nombre de su estadio a “Abu Dhabi Bernabéu”.

Esta ley sigue siendo muy polémica en España porque la regulación de las S.A.D. no se está haciendo de forma correcta. Se trata de la misma manera a clubes como el Éibar que es un club “chico” y al Valencia que es uno de los grandes del país cuando, cada uno tendría que tener maneras diferentes de manejar su economía. Además, que los dos clubes más importantes y que más dinero mueven del país no estén involucrados en esto genera desconfianza.

Magnates al poder

En los últimos años ocurrió en varias ocasiones que grandes magnates compren clubes. Algunos casos son los de Abramovich con el Chelsea o jeques el Manchester City y el PSG de Francia. Voy a volver al Manchester United y su caso particular. En 2005, Malcom Glazer compró el club a través de un “Leverage buyout”, es decir, comprar una empresa con la ayuda de capital externo para así alcanzar la suma necesaria. Lo hizo por 800 millones de libras, pero más de la mitad  no vino de su bolsillo. Con esto la deuda de Glazer incrementó notablemente.

Simpático hincha con una careta de Malcolm Glazer

Para poder sanear su economía decidió sacar al club a la bolsa de valores, y así, con esos ingresos, poder empezar a pagar intereses y parte de su deuda. Esto no salió como esperaban y Glazer tuvo que desembolsar 220 millones de libras propias. Con el incremento de la deuda, en 2012 decidieron volver a intentar la bolsa. Los resultados fueron increíbles. El nuevo y mejor manejo del club en la mayoría de sus facetas logró su cometido, ganar nuevos accionistas. A partir de entonces, tiene una tasa de crecimiento anual de 10,2% y se convirtió en el tercer club con más ingresos (adivinen detrás de quién: Si, Barcelona y Real Madrid). Siguiendo con sus políticas expansionistas también se volvió el club con más ingresos por patrocinio (tiene 35 patrocinadores).

Socios al poder

Ahora bien, ¿Quién es el multimillonario dueño del equipo blaugrana? ¿Y del Real? Te doy una pista, es mas de uno. Otra, son mas de cien. Son 153.458  y 96.989 respectivamente, se los conoce como socios, y eligen a un representante que será el presidente del club. Pero no por eso se reduce el gran poder que tienen.

Los últimos dos presidentes del Barcelona, Joan Laporta y Sandro Rosell, pueden mostrar esto claramente. En el caso del primero, la negligencia en la gestión deportiva del primer equipo de fútbol (nadie estaba de acuerdo con el despido de Frank Rikjaard por entonces) y de las secciones profesionales, la venta de patrimonio y la publicidad en la camiseta con coste económico (Unicef) sin el permiso de los socios llevó a que se hiciera una moción de censura. Esto consistió en hacer unas elecciones nuevas en las que Laporta no pudiera participar. En el caso del segundo, se forzó su renuncia por todo el ocultamiento de los detalles de la compra de Neymar, malversaciones de dinero y los ya mencionados poco claros contactos con el mundo árabe. Ambos actuaron como si el club fuera una S.A.D., con políticas globalizadoras. Pero la fuerte identidad que tienen los socios con su club no estuvo para nada de acuerdo con esto y lo hicieron saber.  

Florentino Pérez está en su segundo mandato como presidente del Real Madrid. A pesar de sus fuertes tendencias hacia lo comercial y expansionista, es apreciado por los socios. Sin embargo, con las recientes ventas de jugadores (Di María y Xabi Alonso) y  el nuevo contrato de patrocinio con un Banco de los Emiratos Árabes, la gente se mostró enojada. Ninguno está a salvo.

Si digo que el fútbol es un negocio no estoy inventando nada. Hay temor que la llegada de los magnates traigan consigo una desnaturalización del deporte, ya que sus intereses pueden afectar seriamente a los clubes. Acá, en Argentina, los clubes no pueden tener dueños si no que son manejados por representantes elegidos por sus socios. Sin embargo, tuvimos un caso algo parecido como fue el de San Lorenzo con Tinelli. Este vendría ser un caso ideal en el que hay plata invertida desde afuera pero los socios siguen siendo los que manejan el club. Lo que sucede es que cuando los billetes están arriba de la mesa, es difícil no seguir su rumbo.



jueves, 2 de octubre de 2014

Cuando menos es más

(Este post se basa mayoritariamente en los problemas trabajados por el psicólogo norteamericano Barry Schwartz)

Domie Sharpin                 


En el mundo occidental se cree firmemente en que las personas son más felices mientras más libertad tienen. El capitalismo, el sistema económico de esta porción del mundo (y un poco más también), se basa íntegramente en esta filosofía de la libertad individual como herramienta para estructurar la economía: Los individuos, buscando su propio interés y siendo dejados actuar libremente, van a lograr mover los recursos de manera más eficiente que cualquier planificación estatal.
La teoría económica plantea muchos casos en los que esta sentencia no se cumple y gracias a eso los estados/gobiernos fueron ganando poder para intervenir en la economía. Sin embargo, muchos aspectos del capitalismo aún permanecen poco criticados o al menos con una crítica poco difundida.    

                 La paradoja de la elección
Todos creemos que siempre vamos a estar mejor teniendo más opciones entre las que elegir algún bien. Por ejemplo: Supongamos que vamos a una heladería y hay solo helado de chocolate y vainilla y elegimos el primero. Si a la otra semana tenemos disponibles todos los gustos de la heladería, de ninguna manera estamos en una peor situación que antes. Si nos gusta mucho el chocolate lo vamos a reelegir, pero, si preferimos alguno de los gustos nuevos, vamos a cambiar y estaremos más contentos que con el helado de chocolate.
La ecuación parece simple: Más opciones para elegir, mejor vamos a satisfacer nuestros gustos y más felices vamos a ser. La industria entonces se ha concentrado en ofrecer cada vez mayores cantidades de productos, y variedades de estos, para satisfacer mejor la demanda de los ciudadanos. Pero, sin embargo, tener más opciones muchas veces es perjudicial y en muchos casos es sinónimo de una posterior insatisfacción con lo adquirido.

                 No me dejes elegir
En primer lugar, una gran cantidad de opciones nos hacen perder tiempo a la hora de elegir la favorita. Esto se puede multiplicar mientras más complejo o caro sea el producto. Si queremos comprar una notebook nueva, probablemente primero miremos muchos catálogos, vayamos a muchos locales, probemos modelos, preguntemos precios, garantías, etc. No solo tenemos que buscar el mejor producto, sino también la mejor relación calidad/precio y esto nos puede tomar muchísimas horas.
Segundo, la enorme variedad de bienes nos puede llevar en los casos más extremos a, finalmente, no comprar nada. Muchas opciones pueden marearnos hasta el punto de no terminar sabiendo cual es la mejor y así cansarnos y finalmente no elegir ninguna opción. (La académica norteamericana Sheena Iyengar de la Universidad de Columbia demuestra esto en trabajos realizados con chocolates pero también con opciones de planes de ahorro)
Por último, y lo más importante, cuando tomamos una decisión entre una enorme cantidad de opciones terminamos menos satisfechos con nuestra elección que cando hay pocas alternativas. Esto tiene muchas razones, a saber:
Las expectativas que tenemos alrededor de los productos que finalmente compramos se elevan a medida que la cantidad de opciones crece.  Con tantos productos disponibles, el que elijo tiene que ser perfecto, tiene que ser el que cuadre perfectamente con mis gustos. Expectativas más altas son más difíciles de satisfacer y bajan la posibilidad de que tengamos sorpresas positivas.
Además, con tantas opciones, cada vez que elegimos una, dejamos de lado muchas otras. ¿A quién nunca le pasó de ir a un restaurant, recibir un extenso menú con muchas comidas tentadoras, elegir finalmente el plato y a la hora de verlo, o probarlo, lamentarse por no haber pedido otra de las opciones? Muchas posibilidades aumentan lo que los economistas llamamos “costos de oportunidad”, estos son aquellos beneficios que dejamos de lado por hacer lo que hacemos y no otra cosa.
Por último, cuando las opciones son pocas, la responsabilidad de cualquier defecto en el producto es del que ofrece esos productos, es del mundo exterior. Cuando las alternativas son muchas la responsabilidad de que el producto sea perfecto es nuestra porque el producto ideal existe, solo que no lo tengo por haber elegido mal. Es fácil ver que podríamos haber tomado otra decisión y nos castigamos con el arrepentimiento, incluso cuando lo elegido fue bueno o mejor que lo que antes teníamos.
Si bien algunas opciones son mejores que una, muchas posibilidades no siempre son mejores que algunas pocas. Probablemente el producto elegido con muchas opciones sea mejor que el que tenemos con pocas de ellas, pero eso no siempre va a hacer que estemos más contentos con nuestra decisión final.

Para cerrar
Algunas empresas pudieron entender este problema y han reducido su cantidad de opciones al público. Un claro ejemplo es la empresa McDonald´s que, pudiendo producir cientos de tipos de hamburguesas y productos, reduce la cantidad ofrecida a unos pocos combos. Otra empresa que tiene poca variedad de productos es Apple. En el caso de los teléfonos es muy claro: en 8 años (2007-2014) lanzó “solamente” 10 modelos.
Pero estas son excepciones en un mundo donde la extrema competencia y la globalización obligan a la innovación permanente. El psicólogo antes mencionado Barry Schwartz nos da un concejo ante esta situación: Mantengan bajas sus expectativas. No pretendan que lo que elijan va a ser lo mejor, comprendan que es fácil equivocarse con tantas opciones y que es casi imposible que un producto sea mejor que todos los demás en todos sus aspectos.



Hoy te debo el poema, pero te dejo un link de la charla TED de este psicólogo
http://www.ted.com/talks/barry_schwartz_on_the_paradox_of_choice