lunes, 18 de mayo de 2015

La democracia del futuro

Todos sabemos como la tecnología cambió nuestra vida en los últimos años.  Casi ninguna actividad que hacemos los seres humanos se sigue haciendo de la misma manera que hace, por ejemplo, 30 años atrás. La informática, internet, el abaratamiento y la masividad de la tecnología revolucionaron todos los aspectos de nuestras vidas. Todos, excepto uno: la política.
Cuando los griegos pensaron la democracia imaginaron un sistema en el que todos los considerados ciudadanos podían participar de manera directa y con un voto en la creación de las leyes de la ciudad. Pero cuando nacieron los países y las repúblicas de la edad moderna, el tamaño de la población hizo imposible implementar el sistema griego. Nacieron las democracias representativas, los congresos, los diputados; nació el sistema que todas las democracias actuales usan para crear y aprobar leyes.
Pero la tecnología y los sistemas informativos nos devolvieron la posibilidad de tener una democracia directa como los griegos imaginaron. Una democracia en donde los ciudadanos no tengan representantes (que muchas veces defienden sus intereses económicos y políticos propios), una democracia en donde cada ciudadano sea dueño de su propio voto y pueda votar directamente todas las leyes. La tecnología hace posible la creación de un ágora digital gigante en donde todos los ciudadanos pueden votar directamente, a través de internet, todo lo que hoy se vota en un congreso.


¿Cómo podría ser este sistema?
  • Cuando hay una propuesta de ley los ciudadanos tienen cierta cantidad de días para observar y participar, si lo desean, de un debate online. Al final de este debate se fija un día en el que la ley será votada. El día de la votación será como el día de una elección pero sin salir de tu casa y haciendo nada más que un click. En la misma página se podrán encontrar el detalle de la ley que se está votando y los argumentos a favor y en contra de la propuesta.
  •  Los ciudadanos tienen la obligación de votar en al menos cierto porcentaje de las propuestas de ley que se hacen.
  • Los ciudadanos tienen la posibilidad de delegar automáticamente su voto a otras personas de confianza que consideren que están más preparadas. Por ejemplo, si hay una propuesta de salud y tengo un tío que es médico, le puedo delegar mis votos relativos a temas de salud y el voto de mi tío va a contar por el mismo y por todas las personas que le deleguen su voto.
  • Se pueden delegar votos por una sola vez. Se puede tener muchos delegados diferentes para diferentes áreas y se puede cambiar, eliminar o hacer una excepción por única vez hasta el día antes de la votación.
  • Ninguna persona puede ser delegado de más de X número de personas para evitar que se creen punteros políticos digitales que compren votos.
  • La persona que delega su sufragio puede conocer aquello que votó su delegado para estar informado. El delegado puede por este motivado rechazar la posibilidad de ser delegado de   las personas que quiera.
  • Los congresos y legislaturas seguirían existiendo. Es necesario que existan personas que se dediquen tiempo completo a la política. Si bien pierden su principal poder, votar leyes, es fundamental que existan estos espacios que, ya sin las presiones políticas de votar a favor o en contra de cierta ley, van a ser el centro del debate de las leyes y van a servir como vidriera para políticos que busquen ocupar cargos ejecutivos.
  • Los diputados y senadores mantendrían muchos de los poderes que hoy tienen: Proponer proyectos de ley que vayan directamente a la votación online, servir como control del poder ejecutivo, y ocuparse de votaciones específicas: hacer juicios políticos, nombrar jueces, etc.

Para poder llevar a la práctica este sistema se necesitan muchas condiciones. Habría que contar con un sistema informático que sea muy seguro y prácticamente invulnerable. También sería necesario que todas las personas tengan acceso a una computadora y que entiendan el sistema. Por otro lado existen otras condiciones sociales que se tienen que cumplir bien para que esto se dé (probablemente en Noruega se implemente un sistema como este antes que acá). Y seguro que hay muchos detalles que no se me ocurrieron y estoy olvidando.
Hoy en día ponemos los nombres de personas en un sobre para que nos representen y muchas veces no sabemos quiénes son ni que es lo hacen. Y eso no es muy democrático. Porque democracia es participar de la vida pública de un país; y votar una vez cada dos años no me parece muy participativo. No creo que el sistema actual no sea democrático, pero sí que tiene mucho por mejorar y que no se corresponde con los tiempos de hoy.


(Varias de las ideas de este post son las que busca impulsar el Partido de la Red en la Argentina y en todo el mundo. Cualquier cosa entrá a www.democraciaenred.org)



lunes, 4 de mayo de 2015

El fantasma de los `90

Por Manuel Gvirtz


  Periodista: "Usted viajó a más de 150 km/h y la ley permite 110" - Menem: "Es cierto, pero yo soy el presidente".
Un fantasma recorre Argentina: el fantasma de los noventa. Es año electoral y los candidatos de los diferentes partidos se muestran en los medios haciendo promesas incumplibles y enrostrándose entre ellos los fracasos de las pasadas gestiones.
En particular me interesa analizar los dichos de los candidatos oficialistas relativos a la “vuelta de los noventa”. La década menemista está estrechamente ligada en la mente del electorado a conceptos como pobreza, neoliberalismo, desempleo, privatización, frivolidad, opulencia, Miami, FMI y ajuste.  Ninguno de los candidatos con chances a presidente se declara a favor de medidas tendientes a la vuelta a las condiciones del menemismo, primero porque el electorado las rechazaría si las distinguiera, y segundo porque nadie (ni los temidos grupos económicos) se vería favorecido.
Ajuste es un eufemismo que quiere decir gastar menos y oculta generalmente un perjuicio inmediato en la población más desfavorecida que se ve en menos subsidios, pensiones, jubilaciones, empleos públicos, entre otros. La palabra ajuste nos remite a los peores momentos de la historia económica de todos los países con crisis graves. El solo escuchar esa palabra le trae los peores recuerdos a los griegos, españoles y argentinos, ajuste es desempleo, pobreza y desánimo. Volviendo a la coyuntura Argentina 2015, ¿es verdad que si el próximo gobierno no es kirchnerista va a ajustar? Dicho de otra manera, ¿es posible que el próximo presidente NO ajuste? La siguiente tabla muestra las estadísticas oficiales del total de gastos e ingresos del estado nacional para los primeros tres trimestres del año pasado (los datos del último trimestre 2014 aún no se encuentran disponibles)


El cuadro muestra el resumen de lo que le entra y lo que gasta el estado nacional. El resultado financiero expresa el total de los ingresos menos el total de los egresos del período. Como se puede observar, el déficit es astronómico. Para ponerlo en dimensión son 17.850 millones de dólares (las reservas del país son de 30.000 millones aproximadamente). En 2013 y 2012, estas cifras fueron muy altas también.
Tener déficit no es necesariamente malo, el problema es cuando el déficit es grande, sistemático y repetido. El déficit requiere que el gobierno salga a buscar tapar ese agujero de la manera que sea. En nuestro caso, imprimiendo billetes y haciendo misteriosos acuerdos con países pudientes y multinacionales, y tomando deuda a tasas altas. ¿Es necesariamente mala la deuda? No, depende para qué se tome y a qué tasa. Afortunadamente para el gobierno actual, las consecuencias de la “deuda mala” que está contrayendo la Argentina serán problema del próximo gobierno.
Será ese mismo gobierno quien tenga que decidir cuánto gastar y en qué, asumiendo realidades y costos políticos, y con la pesada herencia de una población acostumbrada a las tarifas subsidiadas. Decidir gastar es una decisión infinitamente más fácil que ahorrar, pero en el mundo de la escasez, este tipo de decisiones son cruciales. En mi mente resuena que un gobierno que quiere gastar menos es un gobierno que no quiere a los pobres, pero ¿es esto necesariamente así? ¿Gastamos la cantidad correcta? ¿Y si el problema no fuera cuánto sino cómo lo gastamos? Más aún, ¿a quién le sacamos? ¿Para darle a quién? ¿Se puede ajustar y reducir la pobreza?
Dicho esto, podemos contestar la pregunta. El próximo gobierno (aunque el mismo Néstor Kirchner se levante de su tumba y gane las elecciones) deberá ajustar. No solo eso: deberá decidir cuánto y qué, y asumir los costos políticos. Caso contrario, deberá venderle su alma al diablo de los noventa (los mercados financieros, los fondos internacionales) a cambio de unos cuantos miles de millones de dólares que tendremos que pagar con mucho esfuerzo en el futuro.

Solo queremos que vuelva nivel X